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Carmen Quintero, 21 años, y su hijo Miguel, 2 años, (nombres cambiados) dejaron atrás Ocotepeque en Honduras para embarcarse en una peligrosa travesía por Guatemala y México que terminó 22 días más tarde en la frontera suroeste de los Estados Unidos en junio 17 de 2019. Vinieron en busca de una mejor vida a este país y para lograrlo se arriesgaron viajando en la parte de atrás de distintos camiones de carga hasta alcanzar su destino.

Fue un viaje difícil especialmente porque Miguel sufre de síndrome de Down y no ha aprendido aún a caminar por lo que su madre tuvo que cargarlo y cuidarlo durante toda la travesía. En la frontera, Quintero se entregó a las autoridades de inmigración de la misma manera como hacen miles de inmigrantes cada mes para pedir asilo en los Estados Unidos.

“Solo tengo malos recuerdos del viaje como la dificultad de conseguir un lugar donde dormir y bañarnos. Algunas noches sí había donde pero otras simplemente las pasamos sentados o de pie sin descansar en gasolineras o en tiendas cerca de donde se estacionaba el camión. Y eso si nos iba bien, porque otras veces nos tocaba conseguir refugio en medio de la nada en donde nos agarraba la noche”, cuenta Quintero. 

Agentes de inmigración le abrieron un proceso legal a Quintero y le permitieron ingresar a los Estados Unidos. Al cruzar la frontera, se dirigió a Jackson donde su esposo la esperaba con otro hijo de la pareja, una niña de 4 años. “Me dijeron que me presentara a otra oficina en Pearl dos días después”, dice Quintero sin especificar a qué parte de la frontera llegó, pero aclarando que siempre ha seguido las indicaciones dadas por los funcionarios de inmigración.

Quintero fue afortunada al cruzar el borde y establecerse en los Estados Unidos. No tuvieron la misma suerte 139,533 personas que para marzo del año fiscal 2020 habían sido rechazadas por  oficiales del Departamento de Seguridad Nacional, quienes determinaron que eran inadmisibles cuando trataban de cruzar la frontera en busca de protección humanitaria.

Cortes pueden ser pospuestas por años

Honduran Mother and Child - Mississippi Free PressCarmen Quintero y su hijo Miguel, quien sufre síndrome de Down,  llegaron hace un año a los Estados Unidos. Ella espera encontrar terapia para que su pequeño pueda caminar pese a su condición.

Quintero tenía una audiencia programada para el pasado 13 de abril en una corte de inmigración en New Orleans, pero fue pospuesta debido al cierre de los juzgados en medio de la cuarentena por el COVID-19.  Ahora, ella no sabe cómo averiguar acerca de su nueva fecha, mientras todos los procesos de inmigración fueron aplazados hasta el próximo 15 de mayo.

“Las audiencias probablemente serán aplazadas desde seis meses hasta unos pocos años después de su fecha original”, señaló Kyle-Chung Tsao, abogado de inmigración de la firma Elmore & Peterson de Jackson.

Fueron aplazados dos tipos de procedimientos de inmigración. El primero involucra la audiencia que tiene lugar cuando un inmigrante trata de demostrar que no debe ser deportado de los Estados Unidos. El segundo es el proceso afirmativo de inmigración a través de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos, que incluye entrevistas, datos biométricos, ceremonias de naturalización y otras citas con la agencia.

Los inmigrantes pasan varios años siguiendo procedimientos antes de llegar a sus audiencias finales. Antes de la pandemia de coronavirus, ya había una enorme acumulación de casos debido a la gran cantidad de personas que buscan evitar ser deportados y al número limitado de tribunales y jueces de inmigración disponibles para escucharlos.

Coronavirus tiene a los inmigrantes en el limbo

Federico García (nombre ficticio), un cliente latino de Tsao que vive en Mississippi, se enteró después de un largo proceso de siete años de solicitar residencia en los Estados Unidos que su audiencia final había sido pospuesta en abril pasado, cinco días antes de la fecha.

García primero pidió asilo político, pero luego conoció a una mujer norteamericana, se enamoró y se casó con ella. Ahora este inmigrante cambió su petición de asilo por la de residencia con base en su matrimonio.

“Diría que la mayoría de las solicitudes de residencia que atiende nuestro bufete de abogados se basan en matrimonios y en visas U”, dice Tsao.

La visa U se reserva para las víctimas de ciertos delitos que han sufrido abuso mental o físico y son útiles para la aplicación de la ley o para los funcionarios del gobierno en la investigación de actividades delictivas.

El Departamento de Seguridad Nacional informa que 1.031.000 de inmigrantes obtuvieron el estatus de residentes permanentes en el año fiscal 2019, lo que fue una reducción de 6% frente a 2018. Por otro lado, 823.000 personas se naturalizaron como ciudadanos estadounidenses durante el mismo período, lo significó un aumento de 8.1% frente a 2018.

En general, la demora en los tribunales afectará la capacidad de los inmigrantes para obtener autorización de trabajo, visas, solicitudes de ciudadanía y solicitudes de residencia. “El coronavirus está causando que estas personas permanezcan en el limbo con el temor constante de que ser expulsadas ​​de los Estados Unidos”, dice Tsao.

Las deportaciones no se detienen

Consejos de Prevencion COVID-19 - Mississippi Free PressQuintero quiso mantener su identidad en secreto por temor a ser deportada, pero pese a su cautela podría ser enviada de regreso a Honduras por razones que quizás desconozca, entre ellas algo tan  simple como perder un correo importante de la corte.

“La autoridad de inmigración notifica sobre todas las fechas de la corte por correo, y si envía esta información a la dirección antigua de una persona, ésta podría ser deportada”, dice Tsao. Él recomienda a los inmigrantes mantener su dirección actualizada en la corte para no incumplir ningún procedimiento.

En este momento las cortes para los inmigrantes no detenidos se han pospuesto indefinidamente, pero un indocumentado puede ser deportado si es arrestado y luego entregado al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE por sus siglas en inglés).

Incluso la propagación del coronavirus no ha sido razón suficiente para detener las deportaciones. El pasado 15 de abril un funcionario del gobierno de Guatemala reveló que 44 ciudadanos de ese país centroamericano deportados de los Estados Unidos habían dado positivo por COVID-19.

“Creo que es desafortunado que todavía estén sucediendo vuelos de deportación como este. En mi opinión ello crea un riesgo de infectar a más personas, ya sea aquí en los Estados Unidos o en el país al que estas son deportadas”, comenta Tsao.

Buscando terapia para su hijo

Quintero no tiene dinero para pagar por un abogado, y cuenta que cada vez que llama a la corte para averiguar por la nueva fecha de su audiencia nadie responde al teléfono. Ella además espera encontrar a alguien que le ayude a traducir al español pues no habla el suficiente inglés como para mantener una conversación.

A pesar de la pandemia, Quintero intenta cumplir el sueño por el cual vino a este país y que se resume en conseguir mejores condiciones de vida que en Honduras donde vivía en la extrema pobreza, sin oportunidades de ningún desarrollo.

Quintero cuenta que no lograba conseguir trabajo debido a la mala situación de la economía de su país, ni menos conseguir dinero para pagar las consultas al doctor de su hijo. Los escasos ingresos que recibía su familia no alcanzaban para satisfacer las necesidades básicas.

Después de pasar los últimos meses en casa, cuidando de sus hijos; ahora, ante las necesidades económicas que la cuarentena trajo a los inmigrantes indocumentados, Quintero trabaja en construcción junto con otros inmigrantes que operan en el área de Jackson. Su esposo también trabaja en construcción, así que ella debe pagar por alguien que cuide a sus hijos todos los días.  

Por ahora, Miguel necesita aprender a hablar y a caminar, y Quintero cuenta su historia esperanzada en encontrar alguien que pueda darle una mano. “Un pediatra me dijo en Honduras que mi hijo necesita terapias en los pies para aprender a caminar. Solo gatea y se sienta, pero no se puede sostener de pie. El niño no habla solo dice papá y mamá”.

Mauricio J. Quijano es periodista colombiano. Trabajó durante siete años en periódicos escribiendo sobre diferentes temas que van desde crímenes hasta asuntos económicos. Tiene una maestría en Educación de Negocios de Mississippi College, y actualmente está atendiendo un programa en Hinds Community College.

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